y el orden tenía el rostro de todo
el mundo.
Entonces apareciste tú,
incrédula,
y el verbo se hizo carne
los nombres se hicieron carne
los adjetivos carne.
Y el orden amaneció en escombros de
ternura,
el techo en el suelo
y el suelo en el techo.
Desde que llegaste
no he dejado de tener los pies en el cielo.
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