No era un día cualquiera. Lo sabía porque no se había olvidado el paraguas en casa, tenía el móvil con batería para tres días al salir y hasta había sido capaz de acordarse de un cumpleaños, o dos. Ni siquiera se le había atascado la llave en la cerradura del portal. Aquello era el colmo.
Mientras subía las escaleras hacia el quinto sin ascensor comenzó a tener un presentimiento. Hoy los escalones pesaban menos, eran menos inclinados, la pared del descansillo era más blanca, diáfana!.
Abrió la puerta con las llaves no olvidadas y entró en una casa que no reconocía. Se quedó en medio del salón durante un tiempo indefinido.
Definitivamente no era un día cualquiera. Era el día de olvidarte.
1 comentario:
acabo de saber de ti
y
me gusta..
abrazo,
g
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